No sé por qué me sigue sorprendiendo...
Me acaban de decir que pasó el día bien, que no preguntó por ella en ningún momento. Ni siquiera al irse a la cama.
Es la historia de una niña que ingresó en uno de los Centros Berce. Es una niña de pocos años, a la que fui a recoger para llevar al Centro. Su madre nos acompañó a ver el piso, no por deseo propio sino por propuesta nuestra.
Una vez allí, y después de ver el lugar donde su hija va a pasar los próximos meses (o años), se fue sin ni siquiera darle un beso, un abrazo, una caricia... sin derramar una sola lágrima.
Sabemos que muchas veces las lágrimas que acompañan a estas ocasiones son únicamente una forma de guardar las apariencias, pues muchas veces los familiares tienden a acomodarse y no luchar para que sus hijos puedan regresar al domicilio familiar. Pero en esta ocasión ni siquiera hubo eso, una "fachada" de afecto.
Así pues, no sé por qué me sigue sorprendiendo que la pequeña no haya preguntado por su madre, que se haya quedado dormida sin protestar, que se haya despertado y haya desayunado contenta con sus compañeros...
Posiblemente en el Centro ha percibido un afecto y una atención que desconocía y que le recofortan.
Todos los casos que pasan por nuestras manos nos hacen removernos de una u otra manera. Unos nos ponen a prueba por los problemas, conflictos que se generan, obligándonos a idear nuevas estrategias, formas de vincular con el Menor... otros, como este, nos hacen percatarnos de que, ante todo y antes de nada, nuestra obligación es dar a estos niños afecto.
Espero que me siga sorprendiendo que una madre sea capaz de tratar a un hijo como un trapo. Así, para mí ningún niño será NUNCA "uno más".
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